La semana pasada
camino de comprar el pan escuché un piar finito y agudo, era tal el
sonidito que paré el carro en el que iba sentado
Víctor hice callar a los peques y comencé a mirar a mi alrededor. No vi nada en los
arbolitos ni en la cancela del instituto, ni en la acera. Seguí mirando pues la insistencia del sonido me dio una gran determinación. Y en el asfalto acurrucado junto al bordillo de la acera estaba un minúsculo pollito de verderón.
Según me agaché a cogerle y a ponerle a salvo de la avalancha de mis hijos queriendo curiosear al
animalillo el pequeño pajarito me abría el pico pidiendo que le cebara. Uf me dije, seguro que se nos muere de aquí a mañana y ya verá
del disgusto.
Lo llevamos a casa, le preparé la papilla para cebarle, menos mal que con todos mis canarios y habiendo criado tenía de todo en casa, le hice un nido y le colgué en la jaula de las canarias. No tenía muchas esperanzas de que el
animalillo sobreviviera, pero después de varios días está mas contento y saltarín que cuando llegó y he decidido presentarlo.
Se llama
Michín y es un pollito de verderón come cada 4
horitas como si se tratara de un bebé de teta y le gusta piar y dar
saltitos en el nido, cada vez que nos
acercamos a él nos sacude las
alitas como si
fuéramos sus auténticos progenitores y después de comer se acurruca en mis manos y cierra los
ojitos buscando mi calor.
Le miro y veo a
Víctor sollozando en una cuna minúscula en un orfanato mendigando que cualquiera sea humano o no le de de comer y acurrucándose junto a los barrotes como lo hacía el pollito junto al bordillo.
¿
alguien pensaría también que quizá tampoco llegaría de aquí a mañana?